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Día de la Pachamama. Los rituales incluyen la caña con ruda

Guillermo Ibarra

El Día de la Pachamama se celebra cada 1 de agosto en distintas regiones de América del Sur para honrar a la Madre Tierra. En comunidades quechuas y aimaras de los Andes —desde Argentina, Bolivia y Perú hasta Chile, Ecuador y Colombia— se realizan ceremonias ancestrales, tanto comunitarias como familiares o individuales, en las que se agradece a la Tierra a través de ofrendas por todo lo que ella brinda.

La Pachamama, que en lengua quechua significa literalmente “Madre Tierra”, representa el principio vital que sostiene la vida. Durante todo el mes de agosto se le ofrecen alimentos, bebidas, hojas secas, tabaco, alimentos dulces y palabras. Se abre un pozo en la tierra, se sahúma, se reza, y se bebe caña con ruda, una práctica conocida como corpachada, en la que se entrelazan la memoria ancestral, la espiritualidad y la conciencia ecológica.

En los últimos años, la celebración se extendió más allá de los territorios originarios. En ciudades de toda América del Sur—y en otros lugares del mundo— miles de personas se suman a la ceremonia desde plazas, centros culturales y hogares, como forma de reconectar con la Tierra.

Cómo se celebra

El 1 de agosto es el día central de la celebración, pero los preparativos comienzan mucho antes, entre abril y mayo. Inician con la cosecha de maíz, para hacer la harina con la que prepararán los tamales, y preparan el charqui (carne deshidratada). También cosechan habas (para hervir sus semillas). El día de la ceremonia y las ofrendas, comerán todo hervido: las habas, las papas oca, guiso de papa lisa, guiso de quinoa. No hay nada asado ni frito.

Los rituales que se transmiten de generación en generación varían según la región y la comunidad, pero todos comparten un mismo propósito: honrar a la Tierra y renovar el vínculo espiritual con ella. El gesto más común y simbólico consiste en cavar un pozo en el suelo, que representa la boca de la Madre Tierra.

Antes de iniciar el acto, los guías espirituales o líderes comunales invocan a sus ancestros y a las energías del lugar, pidiendo permiso para abrir el canal sagrado que conecta a los humanos con la tierra. Luego, se deposita dentro del pozo una olla de barro que contiene alimentos, plantas medicinales, bebidas fermentadas y otros elementos cargados de significado.

Una vez depositadas las ofrendas, se cubre nuevamente el pozo con tierra, en un gesto que simboliza la devolución y el respeto. Sobre ese montículo, quienes realizan las ofrendas suelen colocar piedras, flores, hojas secas y lanas de colores, formando lo que se conoce como centro ceremonial, un espacio sagrado que permanece como huella visible del ritual.

El cierre de la ceremonia está marcado por un momento de recogimiento y gratitud. Se agradece a la Pachamama por el buen tiempo, las cosechas y los beneficios de la tierra, y se eleva una petición para el ciclo que comienza: salud, protección y equilibrio para las familias y el territorio.

Se cavan pozos en la tierra donde se dejan las ofrendas a modo de agradecimiento.

En la Cosmovisión Andina, “pacha” significa también mundo, universo, tiempo y espacio. Por eso, las ofrendas no solo conectan con la tierra concreta que se pisa, sino con una dimensión más amplia y sagrada, donde todo lo que existe está relacionado.

Existen dos formas principales de realizar las ofrendas: en los hogares, de manera íntima y familiar; y en espacios comunitarios, donde la ceremonia es conducida por ancianos sabios, guías espirituales o sacerdotes andinos, quienes mantienen viva la tradición oral. En las ofrendas se incluyen elementos que representan los cuatro elementos de la naturaleza: tierra, agua, fuego y aire.

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