Blas Bugiolachi y una noche que no olvidará jamás

El joven oriundo de Navarro se alzó con "El Mangrullo de Oro"

En una noche histórica para el deporte local, el Círculo de Periodistas Deportivos de Junín eligió al taekwondista Blas Bugiolachi como el Deportista del Año 2025. Un recorrido por su trayectoria, su título mundial en Barcelona, el «click» mental que lo salvó del retiro y el futuro de una joven promesa que ya es realidad.

La Fiesta del Deporte es, por definición, el termómetro del esfuerzo juninense. Cada diciembre, el Complejo Municipal General San Martín se convierte en un coliseo donde no se pelea con los puños, sino con los currículums, las medallas y la entrega diaria. Sin embargo, la edición 2025 tuvo un sabor especial. Entre figuras del fútbol, el básquet y el atletismo, un joven de 16 años, con la mirada humilde pero la técnica de un veterano se alzó con la máxima distinción: el Mangrullo de Oro. Blas Bugiolachi no solo representa al taekwondo; representa la resiliencia. El 2025 fue para él un viaje de ida hacia la gloria internacional, tras coronarse Campeón Mundial de Lucha por Equipo en Barcelona, España. Pero detrás del brillo del oro mundialista y el reconocimiento del Círculo de Periodistas Deportivos, se esconde una historia de sacrificios, dudas existenciales y un compromiso inquebrantable con la disciplina.
Cualquier espectador desprevenido podría pensar que un campeón del mundo está acostumbrado a la presión. Pero la presión del tatami es distinta a la del escenario. Blas, oriundo de Navarro pero juninense por adopción desde 2012, confiesa que el momento de la premiación fue uno de los más intensos de su vida.
«Fue un momento muy inesperado y nada, yo estaba blanco de los nervios, estaba muy asustado y muy ansioso, la verdad. Entre tanto estos deportistas destacados, que cada uno tuvo lo suyo, que me hayan elegido a mi fue como la demostración de todo el esfuerzo que tuve durante el año. Me sentí muy feliz, no hay otra forma de definirlo», relata Blas con la voz todavía cargada de la emoción del evento.

El joven deportista de la escuela TAA-Cova del Club Junín no oculta su asombro ante el reconocimiento máximo de su ciudad: «Sí, obviamente fue un esfuerzo impresionante, yo no me lo esperaba y nada, estaba super-nervioso cuando empezaron a nombrar taekwondo. Estoy muy sorprendido todavía, todavía no caigo que gané este premio, pero estoy muy contento, tanto por los resultados como por el premio mismo».
Cuando se le pregunta en quién pensó al escuchar su nombre, la respuesta es puramente técnica y pasional: «No es que haya pensado en una sola cosa ahí, pensé directamente en taekwondo. Cuando dijeron taekwondo es como que se me hizo una luz y me puse re nervioso».

El 2025 de Bugiolachi no comenzó con festejos, sino con incertidumbre. El proceso para integrar la Selección Argentina de Taekwondo es un filtro implacable donde solo los mejores logran sostener la intensidad.El año en sí arrancó muy pesado con todo lo que sería ya introduciéndome en lo que es selección. Cuando se vieron las posibilidades de que yo tenía la oportunidad de conformar el equipo, fue un año muy muy largo trabajando con mi mismo para mejorar y alcanzar este objetivo que era primero integrar la selección y luego participar tanto individual como con en equipo», explica Blas.

El sistema de clasificación consistió en tres selectivos nacionales de alta intensidad. No se trata solo de pelear; el Taekwondo ITF exige maestría en diversas facetas: Formas (Tull), Lucha y Roturas. Blas describe este proceso como una carrera de eliminación: «Para seleccionar el equipo se pasó por tres selectivos que eran una especie de torneo con tres modalidades. Yo al principio participé en Forma y Lucha, pero después me incliné más para el lado de Lucha por cualidades físicas. Luego estuvieron los entrenamientos abiertos que fue por así decirlo una especie de descarte que cada vez quedaban menos competidores».

Incluso, hubo momentos donde la clasificación parecía escaparse de sus manos: «En el último selectivo yo no estaba en la selección, pero estaban viendo quiénes iban a integrar el equipo. Yo venía actuando bastante mal en esos dos primeros torneos, sin poder entrar en una gran clasificación, estaba cuarto o quinto. Pero en ese último torneo demostré que tenía capacidad».

Para el público general, el taekwondo suele reducirse al combate. Sin embargo, Blas se encarga de desglosar la complejidad de este arte marcial que practica desde los 5 años en Junín. Su análisis técnico permite entender por qué fue elegido como el mejor:
«Estas tres modalidades son muy diferentes. Uno sería la lucha, que creo que es la más conocida, que es con el contacto, una pelea con el rival que se lleva por puntos. Luego está la forma que es una representación de una lucha imaginaria. Y bueno, luego está la rotura de poder y la de habilidad».

A pesar de su éxito mundial en lucha, Blas ya proyecta su crecimiento en otras áreas para el 2026: «Prefiero muchísimo lo que es la rotura de habilidad o la lucha misma. En forma nunca me destaqué tanto y rotura de poder nunca pude probar en un torneo. Así que estoy esperando este 2026 poder participar en estas nuevas modalidades de las que creo que puedo ser capaz».

Uno de los puntos más reveladores de la entrevista es la confesión de Blas sobre trabajo mental y motivación deportiva. Como todo adolescente de 16 años, enfrentó la crisis de identidad y el cansancio de una rutina que no daba respiro.«Crecí un montonazo en lo deportivo. Entendí que si vos entrenás podés ser capaz de cualquier cosa. Yo la verdad que venía entrenando y no tenía la motivación, hasta pensé en un momento dejar el taekwondo. Hace más de un año no le encontraba sentido a ir a entrenar, quería probar otros deportes», confiesa con una honestidad brutal.

Fue en ese momento de quiebre cuando la figura del maestro y el entorno institucional del Club Junín jugaron el papel clave. Gabriel Olivares, su instructor, fue el arquitecto del regreso: «Ahí me agarra mi profe y me dice: ‘Vos tenés cualidades para integrar la selección, tenés que entrenar’. Y bueno, y ahí fue un click y gracias a mi profe le metí mucho y empecé a entrenar con todo».

Esa transformación lo llevó a un régimen de entrenamiento casi profesional: «En época de competencia era entrenar casi de lunes a sábado. Muchas veces era ir de viaje a donde está el maestro Cova… teníamos unos entrenamientos que la verdad eran muy muy extensos y que cansaban demasiado comparado con lo que hacíamos con Gabriel Olivares. No quiere decir que no trabajamos allá en Junín, pero se nota la diferencia».
Cruzar el océano para representar al país es el sueño de todo deportista. Para Blas, Barcelona no fue solo una sede, fue el escenario de la «mejor experiencia de su vida».
«Fue algo que me sorprendió muchísimo, no me lo esperaba. Yo nunca planeé entrar a este deporte e ir a un mundial, y menos ganarlo. Fue el mejor año de mi vida lejos, tanto en lo deportivo como en lo social», afirma.

La medalla de oro en Lucha por Equipos fue el punto máximo, pero el valor humano de compartirlo con sus amigos de la infancia es lo que Blas atesora: «Fue genial porque además pude pasar ese viaje con mis compañeros que los conozco desde muy chiquitos (Marcos, Simón, Fermín, Bastián). Fue felicidad pura tanto en la época de competencia con la selección como después en el periodo de relajarse».

Lejos de dormirse en los laureles del Mangrullo de Oro, Bugiolachi ya tiene la agenda programada para el verano. Mientras sus amigos disfrutan de las vacaciones, él y su compañero Marcos D’Errico se preparan para un salto de jerarquía técnico.
«Para nosotros ahora es periodo de relajación, pero a mí y a Marcos se nos está viniendo un examen para pasar a Segundo Dan. Se toma todo lo previo: formas, luchas, técnicas, teorías y una tesis. Es algo bastante complejo que lleva su tiempo».

Además, el 2026 arrancará con la Copa La Costa a finales de enero, un torneo nacional que servirá para medir fuerzas tras el parate de las fiestas. Al ser consultado sobre cómo se mantiene el nivel después de un año tan alto, Blas es claro: «Con constancia y entrenando un montonazo, priorizando la calidad de los entrenamientos y pasarlo bien cuando entrenas. Porque si no es como que te frustras y ves imposible la idea de mejorar».

Blas Bugiolachi es consciente de que hoy muchos niños lo ven como un referente, tal como él veía a sus maestros cuando empezó a los 5 años. Su mensaje para los jóvenes deportistas de la ciudad es de aliento y cercanía:

«Que aprovechen las oportunidades, que en Junín hay una muy buena escuela con un gran profesor y que además es una experiencia que no resta. El deporte es lo mejor que hay y siempre va a haber alguien que te acompañe».

El Taekwondo en Junín encontró en Blas a un embajador de lujo. Un joven que entiende que el éxito no es un destino, sino un proceso de entrenamiento diario, de apoyo familiar y de superación de los propios límites mentales. El Mangrullo de Oro descansa hoy en manos de quien supo transformar una duda en una patada certera hacia la cima del mundo.

Blas Bugiolachi cierra su mejor año con una sonrisa y el agradecimiento a quienes lo sostuvieron: su familia, su profesor Gabriel Olivares, el maestro Cova y sus compañeros de entrenamiento. El 2025 fue el año del oro; el 2026 será el año de revalidar por qué es el deportista más destacado de la ciudad.

Créditos: La Verdad de Junín.

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