Informática. Locales comerciales. ¿Se mueren o los estamos matando? Por Elián Femia
05/02/2020
Guillermo Ibarra
Así trabajábamos (ver la imágen de abajo) con Elián Femia hace unos 22 años atrás en la redacción de Amanecer. Ahora, a la distancia continuaremos unidos a través de sus editoriales, muy interesantes por cierto. Los invito a que no se las pierdan. Hoy: Informática. Locales comerciales. ¿Se mueren o los estamos matando?

«Mucho se habla del comercio digital y el boom que ha ocasionado, pero..¿ Reemplaza a los locales físicos ?
Sin lugar a dudas, hoy estamos mucho más expuestos al consumo que hace 20 años atrás, donde los smartphones no existían y las redes sociales no tenían el auge que hoy tienen. En aquellos tiempos una manera de posicionar una marca o de sugerirnos de tomar una bebida, era a través del prime time televisivo o radial. Obviamente con unos costos, donde sólo las primeras marcas podían acceder a este beneficio.
Y claro, luego de ver a nuestros artistas preferidos de la tele mencionando o sugiriendo una marca, hacía que uno pensara al otro día de ir a un local por dicho producto. Y que mejor si me lo vendía un vendedor que tuviera la información técnico-comercial necesaria para darme la estocada final y así poder hacerme del producto. Pero como ya aprendimos, nada es para siempre y la televisión lo supo, al igual que las radios.
Los smartphones fueron apareciendo madurando y junto con esas tecnologías, las redes sociales hicieron lo suyo. Todo, cada vez se volvió más fácil, las aplicaciones empezaron a formar parte de nuestra diaria y hoy diría que ya casi no podemos vivir sin ellas. ¿Pero qué pasó con la venta de mostrador? Recuerdo, cuando aparecieron las fiambrerías dentro de los supermercados, donde el fiambre ya venía cortado y no había que pedirle a don Manuel que nos corte, y de paso nos diga si estaba bueno o no. Tampoco había que hacer fila, entonces descubrimos que el tiempo empezaba a tener un valor significativo. Y lo empezamos a usar para otras cosas.
La fiambrería de don Manuel, se reinventó o desapareció. No sabemos que opción habrá tomado, pero si sabemos que no sobrevivió con su vieja fórmula almacenera. Algo parecido pasa hoy en el mercado. Me pasó hace unos días…
Entro a un local retail muy conocido de informática y quería saber si tenían un producto específico. Lo primero que me llamó la atención fue la empleada. Cruzada de brazos, apoyada sobre una isla y sólo cuando me acerqué a preguntarle, se incorporó y sin omitir palabra, me llevó hasta la vitrina donde estaba el producto, lo señaló golpeando su dedo en el vidrio y se volvió a la isla. Resignada, casi como esperando que la tecnología le hiciera llegar su telegrama de despido. Me imagino las charlas eternas con su otro compañero pensando que harán cuando los echen, porque claro, la tecnología es bastarda y le sacaron su trabajo. La culpa del otro.. siempre del otro.
Pero, ni ellos, ni su jefe, ni el jefe de su jefe pueden ver, que no es culpa de la tecnología. O sí. Quizá, la tecnología le ganó al humano como la tortuga a la liebre.
Creo que pensaron que la aparición de Google, era la salvación. Lo tomaron como una ayuda genial para el vendedor de salón. «Buenísimo! Ahora esa info no necesito saberla, el cliente la saca de ahí y yo solo tendré que despacharlo»… El jefe notó que el vendedor tenía tiempo ocioso y más de uno lo empezó a usar para otras tareas. Tantas, que veían insignificante estar detrás de una mesa despachando mercadería. «La tienen fácil, que hagan más». Ahí levantó la mano el contador, sacaron cuentas y el cadete ya no era necesario, si total ya contaban con vendedores para hacer esas tareas en sus tiempos libres, que claro, cada vez eran más y más.
Las vidrieras mostrando productos, ya no vendían; una foto o video en internet, superaba a esa góndola muda y con tierra (porque recuerden que el vendedor, ahora está ordenando papeles).
El consumidor encontró la información pero perdió la experiencia. Se conformó con mirar una foto de una web y con sólo mover el pulgar, ya había realizado su compra. Ni hablar que lo hizo desde su cama, un día de semana a las 23 horas. (Porque no olvidemos que el tiempo vale cada vez más).
Me pasa que cada vez que entro a un comercio y el vendedor sabe que yo sé lo que vengo a buscar, entiende que tiene que saber que hará con lo que yo, consumidor, ya sé. Pero sólo lo sé, ahora necesito verlo, tocarlo, probarlo de ser posible y tener esa persona al lado mío que me diga, no lo que es, sino lo que puedo hacer con ello. Y aún más, que me enamore diciendo, todo lo que podré hacer con ese tiempo libre que me dejará tras adquirir una tecnología nueva.
Eso tiene un precio y más de uno lo valora, y lo paga. Creo que el vendedor tradicional ya murió. No así el mostrador.
Vienen nuevas formas de vender, de trabajar. Escuche por ahí que se viene una nueva generación de vendedores digitales, vendedores 3.0, personas que tratan con personas… porque claro, un humano confía en humanos, más que en una máquina.
Ojala los locales entiendan que el marketing digital, las redes sociales y las webs, son sólo una parte y no el todo de un negocio. Ojalá despierten antes que la tecnología los trague, o los deje inmóviles.
Úsenla a su favor… o súmense a las huelgas de los taxistas que no pueden evitar la realidad. ¿Se imaginan una huelga de carteros contra el uso del correo electrónico? Como dice el genio de @leopiccioli (recomiendo que lo sigan), «a cada taxi, le llega su uber».
No permitan que el mostrador esté en la vereda opuesta de la tecnología. Anímense a cruzar, háganse del mismo equipo y descubran que las emociones que genera una persona, valen mucho más de lo que se imaginan y más aún si lo tecnifican».
Elián Gonzalo Femia.
















