AgroMoll Tapa Superior

Fútbol. Italia 90. A 30 años del famoso bidón que le dieron a Branco

Guillermo Ibarra

La RAI cerraba su transmisión con el resumen de cada jornada del Mundial de Italia​. Ese domingo 24 de junio de 1990, además del 2-1 de Alemania-Holanda, un partido con mucho trabajo para Pichi Loustau (el papá de Patricio echó a Frank Rijkaard y a Rudi Voeller a los 22 minutos del primer tiempo y le dio un penal a los germanos), proponía repasar el clásico sudamericanoTodo era éxtasis en la concentración de la Argentina, ya en cuartos de final. Y en la sobremesa de la cena, los jugadores se dispusieron a revivirlo y gozarlo: los tiros en los palos, los revolcones de Goycochea, la magia de Diego y la definición de Caniggia que se vuelve a gritar al unísono, mientras el DT brasileño sigue hablando de ese hecho de 30 años atrás.

La TV muestra todo: el abrazo de Bilardo con su cuerpo técnico, a un Ruggeri descontrolado a los saltos y puño en alto corriendo por la pista de atletismo y besando su camiseta, a Troglio proliferando insultos hacia los tifosi que querían que pasara Brasil, a Maradona metiéndose en el vestuario con la verdeamarela de su amigo Careca… Y llegan las notas y aparece Branco, somnoliento, con los ojos desorbitados, pero quiere que lo escuchen. De fondo, en el salón brotan algunas risas cómplices. El lateral del Porto acusa: «Galíndez, el masajista de Argentina, me dio algo para tomar. Y esto es una cosa que va a quedar en la historia del fútbol, porque yo tuve problemas serios. No sé qué preparación tenía aquel agua, porque después de que bebí comencé a quedar tonto». La risa ya es carcajada. Nace una leyenda…

No todos en el grupo sabían de la maniobra debidamente craneada para ver si se podía sacar algún tipo de ventaja ante un rival que era candidato a ganar el partido y la Copa. Incluso, casi se cobra a uno de los de celeste y blancoLa trampa sucedió a los 39’07» del primer tiempo. Ricardo Rocha bajó a Troglio, al que debieron ingresar a atenderlo. Mientras el doctor Madero trabajaba su rodilla, el masajista Miguel di Lorenzo, el famoso Galíndez, repartía agua en botellones separados por colores. Cuando el Vasco Olarticoechea agarró uno verde y tomó, escuchó el grito de advertencia de Diego. Y escupió lo que había llegado a ingerir.

Minuto 39 del primer tiempo. Mientras atendían a Troglio, Giusti le convidó agua a Branco, en el duelo entre Argentina y Brasil, por los octavos de final del Mundial de Italia 90.

Troglio miraba sin entender. Galíndez le cambió el frasco por uno trasparente. La atención se estiraba para descansar de la tromba amarilla. También hacía calor esa tarde de verano en Turín. Y Branco se acercó a pedir agua. Podría haber sido cualquiera de los de amarillo, pero se arrimó quien justo era el encargado de los tiros libres y de esquina de Brasil. Giusti le convidó de un bidón verde y le dio charla. El defensor tomó y también se refrescó la cara. Y el partido siguió su curso. Al minuto, otra vez, patada de Alemao a Maradona y la misma pantomima: entra Galíndez, Basualdo bebe de una botella trasparente y Burruchaga agarra una verde y simula tomar pero no lo hace. Branco relojea la heladerita del masajista. El Gringo se antepone en su camino. La maldad ya estaba hecha.

Por supuesto que el bidón no fue la principal razón del triunfo de la Selección, pero en cada aniversario se recuerda como el gol de Caniggia. Y hasta causa incomodidad, como en Olarticoechea en diálogo con Olé«Y el bidonazo quedó para la historia. Era algo muy del equipo, que no tendría que haber salido. Lamentablemente, lo sacaron a la luz. No estoy de acuerdo, pero lo que pasó, pasó. No por ese detalle le ganamos a Brasil. Pero no me gustó mucho ese tema».

Por años, ni Bilardo ni Galíndez se hicieron cargo. Tampoco ninguno de los jugadores. Hasta que Maradona, en diciembre de 2004, en una visita al programa Mar de Fondo (TyC Sports) le puso exactitudes al mito: «Nunca sufrí tanto en una cancha como en ese partido. No podíamos cruzar la mitad de la cancha. Ellos llegaban siempre antes que nosotros, que escuchábamos, pim, pum, ruido de palo, de travesaño, Goyco iba de acá para allá. El único que no llegaba era Branco. En la barrera me miraba y me decía: ‘Diego, vos tenés la culpa’. Cuando algunos fueron a tomar agua, casi la toma Olarticoechea. Yo le dije: ‘¡¡Noooo, Vascooo!! ¡De ese nooo!’. En cambio a Valdo le decía: ‘Andá, Valdito, tomá que hace un calor bárbaro’. Y después vino Branco y se la tomó toda… Luego Branco tiraba los tiros libres y se caía». El capitán, entre risas, aceptó que el agua tenía un potente sedante: «Alguien picó Rohypnol y se pudrió todo…».

La confesión del 10 tomó cuestión de estado. Mientras por estas tierras Julio Grondona desacreditaba la versión («Maradona no estaba en su sano juicio») y el Narigón se desentendía todavía más («¿Maradona dijo eso? ¿Y dijo quién fue? Yo no digo que haya pasado. No sé, no sé», contestó el Doc en la revista Veintitrés), en el país vecino Branco volvía a reaccionar: «El ‘jueguito del bidón’ pudo haber acabado con mi carrera deportiva. ¿Se imaginan si después de ese partido me convocaban para un examen antidopaje? ¿Cómo habría explicado la presencia de esa sustancia en mi organismo? Lo que me hicieron fue irresponsable, nada profesional y pudo tener consecuencias terribles. Por eso, debe haber sanciones ejemplares para ese ‘jueguito’ comenzando por el que era entonces seleccionador argentino…», señaló a Bilardo el hoy coordinador de las juveniles de Brasil, campeón mundial en EE.UU. 94, aunque la FIFA jamás investigó ni castigó.
En 2001, en una nota con Olé en Río de JaneiroBranco aceptaba el convite de un vaso de agua y recordaba: «Lo encontré a Bilardo en Guatemala y le dije: ‘Desgraciado, ¿qué me quisiste hacer?’. Y él me contestó: ‘Branco, en el fútbol vale todo’. Lo asumí con gracia porque lo respeto mucho como técnico, pero creo que las reglas tienen un límite». Pero esa confesión de Maradona lo hizo explotar.

Galíndez debió improvisar una conferencia de prensa y se defendió«No le di nada a Branco ni a ningún jugador de Brasil. Del mismo bidón tomaron Giusti, Burruchaga… Y no les pasó nada. Y a vos, Branco, te digo que, si saliste mareado de tu vestuario, ¿qué culpa tengo yo? Si te llego a dar veneno, no terminás… Fue una broma de Diego».

Créditos: Olé

Antes de realizar un comentario, lea nuestros Términos y condiciones

Babys
Cutrin Propiedades
Diseño y Más
Matias Cuello
Sociedad Rural
 Carniceria Sebastian