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Del interior. Villa Moll. Medios nacionales se hicieron eco de la historia de Sandra y Sergio

Guillermo Ibarra

Sergio tiene 60 años, a los 52 le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer sin un solo antecedente familiar que lo previera. Su vida, desde la adolescencia, estuvo dedicada al deporte, a la música, al trabajo y a bailar con Sandra Sabella (54), la vecinita del pueblo que conoció en 1979 y que lo enamoró cuando eran adolescentes. Están juntos desde entonces y todo lo que hicieron fue tomados de la mano, de la misma manera que bailan ahora, mientras ella lo mira a los ojos, gesto que a veces él retribuye con alguna sonrisa.

El alzheimer es una enfermedad progresiva que afecta a la memoria y otras importantes funciones mentales. Los principales síntomas son la pérdida de la memoria y la confusión. Aún no hay cura conocida, pero los medicamentos y las estrategias de control pueden mejorar los síntomas temporalmente, dice la definición médica. Sandra, que es enfermera y trabaja en la sala de Primeros Auxilios de Villa Moll, en el partido de Navarro, provincia de Buenos Aires, bien lo sabe. Y también sabe que Sergio puede olvidarse hasta del nombre de la mujer que toda su vida amó, pero no de cómo se baila.

“Es increíble. Por eso siempre lo grabo y muestro a los chicos y a mi familia sus videos. Él ya no recuerda cómo se corta la comida, está muy lento y casi no conoce a las personas, a su familia, ¡pero no se olvida de bailar! Entonces pongo música y bailamos todos los días”, confía Sandra Infobae bastante sorprendida porque su cuenta de la aplicación Tiktok, en la que muestra a Sergio, no deja de crecer, y los momentos que comparte con él ya acumulan las 73.200 reproducciones.

Sandra y Sergio se conocieron cuando tenía 13 y 18 años, respectivamente. A los dos años se casaron y están justos desde entonces. Lo que más amaban hacer en pareja era bailar.

Los fines de semana, cuando no trabaja, Sandra organiza actividades para compartir con Vi, apodo que le puso cuando eran novios. “Los sábados y domingos vivimos con música. En mi casa siempre se escucha, pero esos dos días nos dedicamos a bailar y a salir a caminar también. Siempre nos gustó la cumbia vieja —nombra a los grupos Los Iracundos y Los Wawancó como los preferidos— porque es música alegre y bien divertida que siempre levanta el ánimo, porque si pongo algo lento me da melancolía y no quiero”, asegura.

Además de ser un gran danzarín, Sergio fue el cantante de la familia y de ese pueblo habitado por menos de 600 personas. En cada festejo o reunión que organizaban, era quien tomaba el micrófono y comenzaba a cantar las canciones de los grupos que escuchaba. Alentada también por eso, cuando lentamente dejó de hablar, Sandra compró un equipo de audio y un micrófono para que pueda hacer karaoke. “A veces escucha esas letras de las canciones que le gustan y pareciera que las quiere cantar”, revela emocionada.

Como bien lo muestra en los videos, “gracias a Dios todavía se puede mover y esta es la mejor forma de incentivarlo para que lo haga y que el cuerpo no se le entumezca. Es algo que no sé explicar porque cuando escuchamos su música, la que bailábamos, algunos pedacitos de las letras las recuerda y quiere volver a cantarlas, a veces le salen palabras sueltas. Hay algo en su memoria que regresa en ese momento”, dice con la voz entrecortada.

Sergio fue diagnosticado con Alzheimer y su única conexión con el presente es la música.

Hasta los 51 años, Sergio practicaba deportes, jugaba con sus amigos al fútbol, cantaba y llevaba una vida plena y saludable. La aparición de los primeros indicios de la enfermedad fueron para Sandra, enfermera, una señal de alarma. “Lo que siempre me sorprendió es que esta enfermedad le tocara a él que no tiene antecedentes en la familia y de pronto un día nos dimos cuenta de que había pequeños olvidos o situaciones que no eran algo normal… Comencé a buscar neurólogos, mientras la enfermedad avanzaba, y como un balde de agua fría nos dieron el diagnóstico”.

Sandra hace silencio y pronto con su suave voz, que refleja tanta bondad que es capaz de traspasar el teléfono, sigue hablando de su gran amor y todo lo que hace para que él “mientras esté estará bien”. Trabaja en doble turno y cada día regresa a casa para almorzar juntos. En su ausencia es asistido por una acompañante terapéutica y una señora que lo cuida.

“Nos tocó esto y bueno. ¿Qué le vamos a hacer, no? Siempre digo que la única forma de salir adelante es vivir el día. Con él todo es el día a día. Desde que enfermó no programó nada en vida no pienso nada a futuro. Acá se vive y disfruta todo lo que se puede cada segundo, cada gesto, cada sonrisa, cada baile, cada vez que me deja que lo abrace… Y después se verá…”.

Conmovida ante cada recuerdo que anhela pudieran ser compartidos por ambos, admite que nunca quiso que Sergio supiera su diagnóstico para no dañarlo. “Él tiene un presente muy corto, muy chiquito y cuando tienen ese presente lo disfruta mucho. Entonces, para qué decirle qué es lo que tiene”, pregunta y cuenta que cuando él sí quiso saber qué le pasaba, por notarse algo diferente, le explicaron que todo era parte del estrés. Poco después su memoria dio paso al olvido.

“Cuando fue diagnosticado empecé una capacitación virtual con el neurólogo Facundo Manes y luego a estudiar en profundidad la enfermedad para saber qué podría pasar, cuándo y cómo. Así decidí que esto iba lo íbamos a atravesar día a día y que íbamos a disfrutar todo lo que pudiéramos”, asegura.

Pese a todos los olvidos que a su familiares tanto les duele, Sergio goza de muy buena salud y no tiene afectado ningún órgano. “Los órganos se afectan cuando deja de funcionar el cerebro y él todavía está bien. No sé si será porque siempre hizo deporte o el conjunto de lo que fue toda su vida porque está bien físicamente, come muy bien, se mueve bien y bueno, baila bien… Se nota que le gusta mover las caderas ¿no?”.

Se ríe por su comentario y con otro tono agrega: “El fin de semana vienen nuestros hijos y él los ve pero no con ese amor de padre porque no sabe quiénes son. No los mira como antes, pero sabe que son personas a las que quiere aunque no habla ni interactúa con ellos. Pese a todos los peros tratamos de pasarla en familia y disfrutarnos lo más que se pueda”.

Antes de finalizar, Sandra dice que todas las personas con esta enfermedad necesitan sobre todo el amor de sus afectos y cree, por lo que observa en Sergio, el amor de su vida, que en un lugar de la memoria están todos recuerdos de los momentos que lo hicieron feliz.

Y allí hay música. “Creo que la música salva y es capaz de cambiarte el día y en nuestra vida siempre estuvo presente desde el baile y en las canciones, por eso además de ser una terapia que le hace bien cuando lo invitó a bailar acepta y nos reímos y disfrutamos. Yo creo que en ese momento aunque no recuerde que soy la joven con la que se casó a sus 20 años llega a sentir que soy alguien a quien quiere”, finaliza.

Créditos: Infobae.

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