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Latte o cortado en jarrito. El auge del café en Argentina y en ciudades chicas como la nuestra

Guillermo Ibarra

Es un buen momento”, decía un relator de fútbol no hace mucho. Ese latiguillo hoy describe a la perfección la escena que vive el café en nuestro país y también en pequeñas ciudades como la nuestra. Las cafeterías de especialidad coparon las aperturas gastronómicas de la pandemia. En primer lugar, porque es un producto ideal para el “take away” (un formato que durante meses fue el único permitido) y, además, porque exige una inversión bastante más baja si se lo compara con otras propuestas gastronómicas, ya que implica menos personal y menos equipamiento. Pocas cosas más argentinas que ir a tomar un cafecito, pero que la costumbre no confunda. La Argentina tiene un consumo per cápita anual de 1 kilo, muy bajo si se lo compara con los 5 kilos de Brasil o los más de 10 kilos de los países de Europa del Norte. No somos un país muy cafetero. Los argentinos sí tendemos a consumir más ‘cafetería’; en cambio, en otros países la gente consume mucho más en la casa. Con tantas aperturas de cafeterías de especialidad algunos temen que la tradición del cortado o del vasito de agua después del café se extinga. Si cambia la materia prima, el despacho está a cargo de alguien que sabe manipularla y las máquinas tienen buen mantenimiento, el producto final mejora y no hace falta llenar la carta de extranjerismos o sacar el azúcar de las mesas.

Más allá de la supuesta rivalidad entre los modelos clásicos y los modernos, lo único que importa es la calidad, ya que eso se traduce en las ventas. Muchos gastronómicos creen que el café es algo más y, según el negocio, el café representa parte importante de la facturación. El consumo hogareño también se disparó con la pandemia y, aunque ahora la posibilidad de sentarse en un bar a disfrutar de un café puso fin a la disyuntiva entre tomarlo parado en la calle o hacerlo en la comodidad del hogar, el terreno ganado se mantiene.

El café es gratificación líquida y hoy se convirtió en un lujo gastronómico que está a la vuelta de la esquina y al alcance del bolsillo.

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