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El reclamo ante otra desaparición en Democracia. Por Álvaro de Lamadrid

Guillermo Ibarra

En la noche de ayer el navarrero Álvaro de Lamadrid, dirigente radical y candidato a diputado nacional por C.A.B.A., nos envió este texto de lo que expresara en Infobae para publicar en nuestro medio.

Desaparecidos es el nombre con que se conoce a las víctimas del crimen de desaparición forzosa durante la dictadura militar. Estar desaparecido por la fuerza o contra la propia voluntad no es estar perdido. La Convención Interamericana considera a la desaparición forzada de personas como un delito de lesa humanidad. Es un delito imperdonable porque lo comete el Estado, por ello es imprescriptible.

Los argentinos le hemos dado al mundo dos grandes ideas que nos destacan como referencia para la posteridad: la reforma universitaria de 1918 y el Juicio a las Juntas de 1985, fruto, este, de las profundas convicciones democráticas de Raúl Alfonsín y su inconmensurable valor.

Gracias a Raúl Alfonsín el país se puso a la vanguardia en materia de derechos humanos en la región y en el mundo. El Juicio a las Juntas Militares encuentra su lugar destacado en el Parlamento sueco, como un hito mundial en materia de derechos humanos.

Ese proceso y tiempo histórico es el de la recuperación de la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y el «nunca más» a la violencia y al terrorismo desde el Estado constituyen nuestra mejor tradición de juridicidad y apego por la verdad. Le dimos al mundo una de las piezas, los testimonios y los documentos más importantes de la historia de la humanidad.

Lo hicimos nosotros los argentinos y lo hicimos gracias a Alfonsín, quien nunca buscó venganza sino justicia. Durante el gobierno de Carlos Menem comenzó un retroceso, los indultos fueron una mancha en esta historia de los derechos humanos.

Carlos Menem le dio la Orden del Libertador General San Martín post mortem a Pinochet, el dictador más sangriento quizás de América Latina y colaborador de los ingleses en Malvinas. Luego llegó el kirchnerismo. Vino el tiempo de la farsa. El kirchnerismo, que había avalado los indultos y a quien nunca le importaron los derechos humanos en Santa Cruz, al llegar al poder nacional utilizó el discurso de los derechos humanos para construir poder, usar y comprar la causa de los derechos humanos y ponerla al servicio de la defensa de su gobierno, y su inocultable y lacerante corrupción.

Cuando le tocó enfrentar la desaparición de Julio López, importante testigo en los juicios por la represión de la dictadura, el kirchnerismo demostró una falta de interés concreto en el tema. El nombramiento del represor César Milani como jefe del Ejército, y además, encargado de espiar, perseguir y hackear la vida de los argentinos en democracia, dejó claro que el discurso siempre estuvo alejado de las medidas concretas para combatir a los personajes y los métodos de la dictadura, a los cuales se les dio poder de la peor manera: usando un ropaje y maquillaje democrático.

El Gobierno del presidente Mauricio Macri debe tener una actitud y una respuesta claras frente a la desaparición de Santiago Maldonado. Es un desafío en materia de derechos humanos que le impone el ahora. Debe dejar de lado la pasividad, tal vez por subestimar el tema, con que se manejó inicialmente y dar las señales inequívocas correctas.

Debe garantizar una investigación eficiente a fin de que podamos saber qué pasó con Santiago Maldonado, garantizar su aparición con vida y no repetir, si Santiago Maldonado estuviera muerto y estuviera implicado algún miembro de Gendarmería, lo sucedido en 1994, cuando se intentó encubrir al Ejército con el primer caso de un desaparecido en democracia con los mismos métodos de la dictadura, el soldado Omar Carrasco. Carrasco fue secuestrado y asesinado dentro del cuartel neuquino de Zapala y su cuerpo permaneció oculto durante un mes hasta que se ordenó la aparición del cadáver.

Debemos reflexionar. En mi libro El Pingüino Emperador, 20 Años de Poder Bruto (Pluma y Papel), señalaba que los argentinos debemos dejar de tirarnos los muertos y trabajar para evitar las luchas fratricidas de antaño y las divisiones fruto de la violencia política que siempre vuelve.

La carga del pasado en nuestro país es infinita. Debemos aprender del pasado y superarlo. Los pueblos que no superan su pasado terminan deglutidos por este, decía Ortega y Gasset.

Manifestemos nuestro reclamo al Gobierno frente a la desaparición de Santiago Maldonado. Corresponde, debemos saber qué pasó y cómo. Repudiemos, a la vez, a la ex presidente Cristina Kirchner, quien no ha mostrado consistencia moral en estos años para presentarse, con un manto de pulcritud que no tiene, a realizar señalamientos al Gobierno acusándolo de dictadura, cuando avala a Nicolás Maduro, a quien, como Menem con Pinochet, también le había entregado la Orden del Libertador General San Martín. El presidente Macri con tino le retiró la orden a Maduro y también lo debería hacer con Pinochet.

Todos los que tenemos un compromiso con la democracia y los derechos humanos y, más aún, los radicales que acreditamos una tarea política en la historia en defensa de las instituciones y el Estado de derecho, debemos entender que el Estado debe cuidar a todos los ciudadanos y que todas las vidas valen. Si una vida no tiene valor, no tiene valor ninguna.

Esperemos que Santiago Maldonado aparezca y aparezca con vida y con explicaciones e investigaciones sobre lo acontecido. Nuestra tarea hoy y siempre es reafirmar la senda de los derechos humanos. Le dimos esa idea y ese ejemplo al mundo con Alfonsín. El presidente Macri debe continuar con el legado.

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